viernes, 4 de febrero de 2011

Mujeres que Aman Demasiado.... 20 Años Después

Hace 20 años, ya había terminado mi primer matrimonio y yo estaba, sin darme cuenta, "suelta en plaza",  "disponible" y casi-casi con un letrero que decía "me enamoro del primero que me caliente la oreja".

Por supuesto, parecía brújula sin norte magnético. Alguna amiga me entrego el libro "Las mujeres que aman demasiado". Recuerdo que mi personita aun estaba inmersa en la lógica de la "supermujer". Enumero algunas pocas: a) trabajaba para mantener a mi familia, y el mío, era el ingreso fundamental. b) Además, quería que mi labor fuera un aporte a la disciplina profesional que supuestamente cultivaba; c) también tenia actividad política y d)pretendía ejercer algún tipo de liderazgo en ello. e) Hay que incluir que mi apariencia tenia que ser mas o menos atractiva, compuesta; f) tenia que ser buena hija, g) buena madre, para no mencionar otras metas.

No me daba cuenta que el mundo se me estaba viniendo abajo. La natural respuesta a la lectura del libro fue la iluminación (previo llanto p.s.p). ¡Aja!, me dije, o sea que eso que yo llamaba "enamorarme" es ni mas ni menos que una adicción y todo para evitarme el trabajo de construir mi "yo".

Eran años de feminismo militante, aunque yo nunca fui una de ellas (juro que lo intenté). Mas o menos como que todo mi entorno de colegas estaba -aparentemente- interesado en construir la individualidad femenina. Eso parecía, aunque yo tenia mis sospechas que no era "tan así". Lo digo porque había demasiada política, mucha necesidad de influenciar "en otros" y casi no existían oportunidades de hablar de una misma, de lo que el corazón susurra o grita (los círculos de autoconciencia femenina habían desaparecido para dar paso a las agendas de políticas publicas pro- genero).

Recuerdo que al cerrar la contratapa del libro, me dije: "Ni un novio mas... ahora estaré sola". Pero a las dos semanas apareció el que seria mi compañero de vida por los siguientes 19 años. Una voz interior me recordó que estaba tirando al tacho mis propósitos de soledad, pero ¿A quién le importa eso cuando tiene una cita excitante esta noche?. De todas maneras la voz se quedo allí, recordándome que el amor no puede ser sinónimo de "necesidad". Así que... estaba avisada.

Hoy, 20 años después, releo el libro para encontrarme con las amigas del circulo y revistar nuestro sentido de "amor de pareja", Desde Nos. Ya separada de mi 2do esposo, con un inminente sentido de fracaso rondándome, me pregunto: ¿Y que hice mal ahora? ¿Es que no cuide mi construcción individual? ¿Es que no fui lo suficientemente independiente y auto centrada? ¿O esa autonomía a medias lograda fue precisamente lo que destruyo la pareja? ¿Existe una esperanza de compatibilidad entre ser auto centrada y vivir en pareja?

Aparentemente, Robin Norwood (la autora), señala al momento de elección de pareja como la clave del "error": una elige hombres con los cuales el fracaso esta cantado. Dice que una elige parejas que repiten el argumento de vida que una lleva desde la niñez; novios o amantes o esposos que nos esclavizan a eso que en la India llaman "karma".

En la elección, una se enamora de quien puede ser capaz de reproducir las relaciones que teníamos con padres disfuncionales. Y el karma -lo sabemos- es un mandato firme, es la voz del destino que esta grabado en tu frente.
Una mirada desde el dolor puede llevarnos a interpretar este mensaje como: "si naciste en un hogar disfuncional, encontraras hombres disfuncionales (adictos) con quienes harás figuras de coadiccion en nombre del amor".

Y el único camino seria -supuestamente- ir a terapia para sanarte de esa enfermedad. ¿Habrá que "sanar" en masa? jajaja, imagino millones de personas en terapia. Eso me huele a chicharrón de sebo. ¿Donde están los hombres perfectos para una mujer que quiere relaciones "funcionales"?.
Miro a mi alrededor y me pregunto ¿Dónde están los hogares "funcionales" que producen individuos "funcionales"?, que no necesitan ir a terapia y con quienes una mujer -ya rehabilitada- pueda tener la esperanza de establecer relaciones fertiles.

Hummmmm, la verdad, ya no me trago el cuento de las perfecciones. No tengo paradigmas de equilibrio y orden en mi cabeza. Es mi recurso para sobrevivir el caos urbano, el caos político, el caos de las ideologías y la ciencia cayéndose a pedazos. Con toda su tecnología, este mundo no sabe cuando va a acabar el fenómeno climático de la Niña, cuando nos acosara el Niño.

No existen en la realidad relaciones equilibradas con seres sanos. Hay relaciones y punto. Relaciones reales con seres reales que tenemos historia. Hay toda clase de historias.
No hay "mujeres victima de mal amor".Hay mujeres y hombres en el laberinto, haciendo una titánica tarea de entenderse y entender el mundo que nos rodea. Hasta los seres que parecen mas primitivos están en la misma cosa.

Pienso en la hipótesis de la adicción "al amor", Hum, suena convincente. Cuando no es al amor, nos fugamos vía adicción a la TV, vía comida, vía "éxito", vía trabajo, vía preocupación por los hijos (nietos, padres, hermanos etc.), vía acumulación de dinero etc. Vivimos en fuga.
Entonces, en ese estado de la reflexión, recuerdo que, ¡si!, hay una forma segura de sanar el "karma". Suena duro pero es así. La formula se resume en una sola palabra: ACEPTA.

Acepto que es imposible amar sin deslizarme en el "demasiado". Acepto que el amor siempre esta acabándose (para ser justos y completos, también esta empezando), acepto que el día a día esta hecho de triunfos y fracasos (amorosos también), que todo el tiempo me estoy tropezando entre los karmas de mi vida disfuncional y que todo el tiempo estoy re-equilibrándome para intentar ser feliz. Acepto que a veces fracaso, Acepto que a veces logro. Acepto que nací donde nací, soy quien soy, que no conozco hasta donde soy (yo y mis potencias, y también mis oscuridades). Si no me puedo conocer a plenitud, acepto que menos aun podré conocer a la pareja (tampoco a mis hijos aunque yo misma los haya parido) y sigo aceptando...

Dice la ley del karma, que la única manera de trascenderlo y evolucionar, es aceptar. En ese momento empiezas a vivir el instante. (Tiene sentido, porque una ya no esta con la mirada puesta en que las relaciones "duren") Y cuando vives el instante le abres la puerta al verdadero destino, a la evolución.

La ley del Karma dice que la única evolución posible esta fuera de todo control individual porque evolucionamos en grupos, en masa, evolucionamos como genero humano y como esencia de vida en el planeta tierra, hasta las piedras evolucionan con nosotros. Pero, dice el karma, que el sentir interior (el sentimiento con que vivimos la vida) es lo único que esta en manos de uno mismo.

Y entonces entiendo que  Robin Norwood, tiene razón...Siiii, acepto que busco el amor como una alcohólica busca su dosis de trago. Si, soy adicta. El camino es aceptarlo todos los días y todos los días hacerme la promesa que no voy a probar, solo por hoy, esa clase de amor adictivo (ese que me hace sentir excitada, ilusionada, brillante, sexy, necesaria, buena mujer etc.). ¿Fallaré? ¿Me ilusionaré otra vez y volverán a brillar mis ojos con el hombre maravilloso? Hum, probablemente.

Pero, la experiencia y la esperanza, me dicen que el método funciona. Tengo fe: una mañana despertaré y ya no estará ahí, esa horrible necesidad de ser necesitada. El karma se habrá terminado. Conoceré el amor sin adicción.


Carmen Luz Gorriti
3 de Febrero de 2011

1 comentario:

Catalina Salazar Herrera dijo...

Querida Carmen Luz:
Has realizado un doble proceso, complejo, rico y desafiante, como suelen ser los procesos en los que las mujeres acostumbramos embarcarnos.
No es fácil mirar hacia adentro, mucho menos contrastarlo históricamente, para deconstruirlo hasta cuasi desintegrarlo y reconstruirlo con la sabiduría y esa magnificencia que se acumulan con los años.

Sin duda aun enmarcado en la tragedia, pero con la sufiente pisca de esperanza, confianza y principalmente empuje en ser destino y partida de un amor sin extremos.
Tanto que entre tu reflexíon y la Delia, estoy tentada de contar mi propia historia, para ver los vasos comunicantes.
Un Abrazo